Comenzamos el día desayunando tranquilamente en uno de los hoteles que nos ofrece la bahía de Getxo y desde ahí ya intrigados esperamos a la hora para que nos vinieses a buscar el guía para adentrarnos en algo que sonaba bien pero que desconocíamos.

Un poco antes de la hora pactada ya estaba nuestro guía conductor, que muy amable nos explico algo de lo que íbamos a hacer y tomo las medidas de higiene y seguridad por el covid19. Entramos en un todocamino muy elegante y limpio, todo en cuero y además observamos que los cristales de atrás estaban tintados para preservar la identidad de los clientes.

Empezamos la aventura y nos fue explicando que nos adentrábamos en la Bizkaia profunda, íbamos por la margen izquierda de la ría e íbamos a ir hasta la frontera entre Burgos, Álava y Bizkaia. Pero antes de todo eso nos deparaba la primera sorpresa del día, paramos en un horno de pan de los antiguos, pudimos ver por dentro como se hacía el pan artesanal y nos comimos un choripán (pan relleno de chorizo) que como se diría en el anuncio de fabada, ¡abuela esto está de muerte!

.

Tras esa primera parada salimos de la carretera convencional y nos metimos por pistas para ir ascendiendo poco a poco hacia sierra Salvada. Las vistas eran espectaculares con un precipicio a la derecha y un cortado vertical a la izquierda, empezamos a notar la adrenalina, pero el guía conductor nos tranquilizó, además que se le veía muy tranquilo a el y acostumbrado a hacer esa ruta. Llegamos arriba y el paisaje aun era mas espectacular, cruzamos un bosque de hayas, vimos vacas y ovejas que hacen el pastoreo trashumante y muchísimos buitres sobre nuestras cabezas, salimos a hacer un pequeño tracking hasta un acantilado totalmente vertical donde se veía a más de 600 metros para abajo un valle precioso.

Montamos en el coche y bajamos por otro lado para llegar al restaurante kilometro cero que nos había reservado donde tuvimos una explosión de sabores y aromas, probando todo lo que nos sacaron, que si algo estaba bueno lo siguiente más. Un cafecito, un poco de charloteo y proseguimos ruta, esta vez nos llevó a una quesería para conocer de primera mano como se hace el queso Idiazabal y, como no, probar el queso fresco, curado y la miel……ummmmmm todo riquísimo, estuvimos un buen rato pero sin demorarnos que aun faltaba una sorpresa más y teníamos que probar algo de la tierra que es típico del País vasco, visitamos una pequeña bodega de Txakoli de Bizkaia y pudimos además de ver las vides y ver la elaboración, probamos tres tipos de Txakolis a cada cual más especial.

Encantados, con el estomago lleno y alguna que otra compra de las exquisiteces que probamos, nuestro simpático guía nos devolvió de una pieza al hotel, donde brindamos con una copita por el viaje y por otro día diferente lleno de aventura.